Es notable la cantidad de partes y de órganos que puede
perder una persona y aun así seguir incólume, o casi. Como una estatua antigua,
con apenas cincuenta y cinco años de edad el agrimensor Bene Nio ya ha perdido
las piernas y los brazos, buena parte de la pelvis, el hombro derecho, además
le falta casi toda la mitad izquierda de la cabeza y también el ojo y la oreja
derechos, y por eso ya no ve ni oye; le ha desaparecido la nariz, y la lengua
-o lo que queda de ella- está parcialmente al descubierto y se le ha endurecido
de modo tal que no se entiende bien lo que dice. Vive sentado, si puede decirse
así, en una especie de silla de ruedas que parece más bien un carrito para
hacer las compras, y dentro de este carrito, embutido y atado para evitar que
se caiga, está el agrimensor Nio. Manos solícitas lo llevan de un lado al otro,
oídos todavía sanos escuchan sus órdenes y las interpretan; porque el
agrimensor, afecto desde siempre a las tareas del campo y a los nuevos métodos
de avanzada, es hombre de una actividad envidiable. Es dueño de una serie de
cañadas, montes y barrancos en el Alto Lazio, terreno arcilloso y friable que
el agrimensor Nio se ha propuesto sanear con numerosos proyectos que le ocupan
todo su tiempo. Antes que nada, el proyecto de irrigación, que se nutre de dos
grandes manantiales permanentes existentes en la propiedad y que en pocos años
promete transformar esos desiertos en una tierra prometida. Luego, el proyecto
de forestación que, con la ayuda de la Dirección Forestal, transformará en
pocos decenios esa tierra prometida en un jardín colgante. Mientras tanto el
agrimensor Nio está haciendo cercar todo con sólidos postes de cemento y con
una red de dos metros de alto, para después meter dentro toda clase de animales
y de aves exóticas, y transformar ese jardín colgante en un Edén. El proyecto
de riego prevé una hermosa piscina olímpica para uso particular del agrimensor
(o de lo que queda de él), ya que el agua de los manantiales es más que
abundante. Después construirá, en los puntos más panorámicos, media docena de
pabellones de caza o de descanso, comunicados entre sí por cómodos senderos
asfaltados; todos contarán con luz, teléfono y demás servicios indispensables
para la vida moderna. El agrimensor Nio piensa terminar este paraíso en apenas
veinte o treinta años, luego de lo cual espera vivir allí: después de todo aún
es joven.
FIN
autor argentino Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978).
Fonte : Biblioteca Digital Ciudad Seva
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